Soledad

La dulce melodía flota en el ambiente y embadurna cada segundo de mi tiempo con una esperanza amarga, con un sentimiento de soledad y de frío que me congela... Los segundos caen sobre mí como puñales extremadamente afilados sin piedad alguna de las manos del cabrón de cupido... Qué majo.

Hoy, voy a divagar sobre la soledad. Pensemos pues en cada momento en los que nos sentimos solos... Por soledad física, amargura, tristeza, amor, desamor... Mil y un ingredientes conforman su cruel forma, devastadora entre devastadoras, más vale temer su presencia...

Hay personas que buscan su propia soledad... La buscan porque se acostumbraron a ella, la buscan porque sus mortecinas caricias han llegado a seducir sus mentes y sus corazones, porque prefieren la calma que precede a su amargura antes que permanecer acompañados... Los comprendo perfectamente; una vez que pasas demasiado tiempo solo, que la soledad es la única compañera dentro de tu cabeza y junto a ti físicamente, llega un punto en el que solamente la soledad te reconforta y que la compañía llega hasta incluso a molestarte.

"Moriré de soledad y así no me encontrarás..." son las palabras de Shino en su tristura, uno de sus temas más profundos y que más me dan de pensar en momentos como este, en los que de tanto añorar la compañía de una persona llego a abrazar a la soledad como último recurso. Sinceramente, el que conozca este abandono, el que conozca las dos caras de esta moneda me comprenderá. El que no, mejor que no me comprenda... Duele.

En alguna ocasión la soledad, tal y como el amor, puede llegar a hacer que las lágrimas nublen la vista de su víctima aunque eso solamente sucederá si padeces de la desgracia de conocer ambas caras de la moneda.

Permanecer a caballo entre la soledad y su antónimo es como hacerse un hara-kiri cada vez que cambias a un lado u otro... Doloroso y, encima, voluntario. No se puede vivir sin soledad pero tampoco sin compañía de modo que, por más que lo intentes, la tendencia a sentir que te falta algo será más bien alta y ocurrirá en ambos casos, así que o solo o acompañado, pero no es bueno estar a caballo entre ambas, al menos hasta que lo superas.

No me alargaré más en esta entrada; La angustia me reconcome por dentro y no me deja escribir.

Un saludo.

Kiba.

La puñalada de un cabrón con alas

En la memoria de tu amor escribí los versos de tu recuerdo... Aquella primera sonrisa, el primer "te quiero"... La primera mirada y la primera caricia que yacieron en mis sueños junto a mi anhelo... Te recuerdo a ti, recuerdo las horas fluyendo a través de nuestros corazones mientras las conversaciones carecían de fin... Puede que no lo entiendas, pero eres lo único que necesito... No pondré más condiciones que las ya dichas; No pondré aditivos ni conservantes más que unas gotas de sinceridad y el punto justo de cocción para la fidelidad. Puede que termine mañana, puede que termine hoy o dentro de una década y si me tercias puede que hasta incluso no termine... Pero no es más que tiempo, el tiempo que fluye entre nosotros en silencio mientras solo siento dos cosas; Amor y anhelo.

Bien... Después de esta dedicatoria, me dirijo a vosotros mis queridos lectores para conversar con vosotros. Os preguntaréis ¿Conversar? ¿Cómo? Pues bien, si queréis contestar no tenéis más que comentar, pero ese no es el flujo de mi idea. Simplemente, yo pregunto, respondo y vosotros pensáis.

Estoy seguro de que todos y cada uno de vosotros habréis sentido alguna vez esa punzada o (más bien) puñalada trapera del peor terrorista emocional que se haya inventado la historia. Sí, hablo de ese cabroncete con alas y encima cegato llamado "Cupido". Estoy seguro, sin dar cabida a duda alguna de que alguna vez solamente con cruzar una mirada, con observar una sonrisa o hasta incluso con ver una foto (y de eso doy fé) el muy cafre de "Cupido" os ha atacado por la espalda sin avisar.

Aquí empieza el rollo del cuento, el embrollo del hilo; Con un amor descafeinado sonando en mi cabeza (venga, que sé que lo estáis deseando, buscad "Shinoflow - amor descafeinado" en google ;-) ) me paro a pensar (otra vez, al final me mandaréis a la mierda por darle tantas vueltas a la hoja) en los intrínsecos misterios de esa putada (o no) que nos pasa a todos bautizada por la historia como "Amor".

Para empezar dividamos, no sé, amores platónicos y cumplidos, digamos. Abstenéos de contar los platónicos, que imagino que la lista será tan larga que acabaréis por dormiros y eso no me interesa. Contemos con los cumplidos, con esos en los que sentimos una de:


Cuando por fin obtenemos ese ansiado, ese anhelado "Sí" por parte de la persona objetivo... o víctima, según termine el cuento.

De aquí ya salen muchos hilos, no sé... Por ejemplo, hay veces que nos emparanoiamos, que pensamos "Aquí hay algo sospechoso..." por nada. Sin ir más lejos, en una relación a distancia esto que acabo de contar son minas que pueden hacerte saltar por los aires y, por desgracia, no pisarlas es complicado, complicado de cojones.

Volviendo al tema, que me ando por las ramas. Dicen que con el paso del tiempo vemos lo ciego que puede llegar a ser el amor y bueno, todos sabemos que demasiada claridad ciega. A veces podemos añorar tanto a una persona que llegar al punto de llorar es hasta fácil, vamos, no me digáis que no os ha pasado algo aunque sea parecido.

El amor, si le quitamos los momentos bonitos, el cariño y todas esas cosas que hacen que caigamos en su trampa, es una putada. Sí, sí, es una sucia y gran putada. Te atas a una persona, muchas veces para llevarte una puñalada como respuesta al fin del cuento y, encima, todo eso van a convertirse en gastos y demás que terminan por comerte la moral. El amor, objetivamente, es una putada. Ponerte a echar de menos a esa persona y saber que no va a aparecer en ese momento diciendo "Sorpresa ¿me echabas de menos?" es una de las mayores putadas de esta putada, que valga la redundancia.

Por fortuna (o desgracia) esta "putada" se disfraza de felicidad y se planta cada dos por tres en nuestras vidas, como un okupa que se niega a largarse. Nos enamoramos, somos felices mirándole el disfraz al amor y luego, cuando se lo quita simplemente es una de:


Y de pensar en lo imbéciles que hemos sido (o no) y es entonces cuando caemos en el pozo este de desesperación donde no vemos salida y bla, bla, bla... Que a la semana estamos como nuevos (salvo excepciones, vuelvo a dar fé) y buscando regar el huerto de abajo las unas, buscando un garaje para meter el coche los otros.

En definitiva... No es más que eso. Una puñalada recibida de un enano cabrón, crece en forma de putada disfrazada y finalmente se quita el disfraz y nos da por culo. Por crudas que os parezcan estas palabras, es la sucia realidad.

Lo irónico es que ahora mismo tengo ese puñal clavado muy adentro y no quiero que se quite el disfraz y tal... Así que ninguno de los que leáis esto os penséis que soy un:


Reprimido y que anda poniendo verde al amor. No, solo lo he criticado objetivamente (cuanto he podido, las cosas como son).

No me enrollo más, un saludo.

Kiba.