Risas... Adorada melodía dorada...

El llanto de alguna divinidad inexistente caía silenciosamente sobre el asfalto de la urbe. Sábado, no recuerdo el día, no recuerdo el mes. Caminaba la larga senda que me separaba de encontrarme con lo que se convertiría en una amistad pasado algún tiempo. No recordaba a qué sonaba su presencia... no recordaba como se sentía su tacto imaginario... Poco faltaba.

Entre gentío, animales en su mayoría sin conocimiento de causa ni existencia, vislumbré a aquel con quien debía encontrarme. Saludo, y comienza el sonido... Sublime. Comimos, por necesidad y sin mucho gusto...
Recuerdo el dichoso portazo que se sucedía una y otra vez, incansablemente... Nota al lector; no vayáis al McDonald's del Ferial plaza de Guadalajara, piso de arriba al lado de la puerta de los servicios... u.u

Caminar sin destino definido, su melodía continúa acariciando mi oído y su suave tacto me hacía estremecerme... Qué dulce... Más compañía, a lo largo de la tarde se suceden las caras nuevas y, así mismo, más estridente y armonioso era su sonido... Finalmente la bóveda infinita volvió a dejar caer su llanto sobre nosotros... "Goteras, que hay goteras" no olvidaré esa frase... esos momentos... los quiero para mí.

Puede que su disfrute esté apenas reservado para el reino de Selene, más todavía si contamos con el infausto aspecto que presenta mi realidad... Pero su sonido es tan... melódico, dulce... Dicen que su presencia alarga la vida, me da igual... La alargue o no lo que todos hemos sentido es que la alegra y, para algunos, es sagrada y oculta panacea a todo mal. Algunos cuentan con la suerte de su compañía en el día a día; afortunados son y si no lo ven solo pobres enajenados serán.

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